La Semana
DÍA 1:
Miré a través de la ranura, pero solo capté esa porción frontal de la habitación en donde solías dormir.
Miré a través de la ventana, ese pasto donde derramamos casi todo de nuestra melancolía. Recuerdo que también nos reímos.
Y me fui de tu casa, antes que me encontraran revolviendo tus olores.
DÍA 2:
Compré tres cajas de besos, las puse en el freezer, para poder imaginar que tus demostraciones de cariño eran así de frías. Espero poder engañarme a mí misma.
DÍA 3:
Me senté debajo de mi limonero y respiré otro aire. Pero seguí recolectando figuras de vos, en todo lugar donde puse mi mirada.
Fui a nuestro cementerio de historias, pero no revivieron, quedaron ahí abajo, porque las enterramos muy profundo.
DÍA 4:
Recorrí la ciudad, donde te dejé perdido la primera vez que pensé que no te querría ver más. Qué ilusión aquella.
Pero esa vez volviste, esa vez volviste, che.
DÍA 5:
Dormí hasta el mediodía, porque mis días son cada vez más monótonos. Busqué más irrealidades y encontré las veces que me miraste con asombro al decirte que me aceptes en tu mundo. Encontré el día que le tocaste la espalda a tu curiosidad, y me llamaste para ver la lluvia subir.
DÍA 6:
Prendí el televisor.
Me llamaron para salir.
Dije que no.
Planché gracias ajenas.
Compré tres kilos de verdades (en serio).
Leí ese buen libro.
Comprendí.
DÍA 7:
Quise revolver más de vos otra vez. Pero no fui.
Me quedé cocinando, pensando. Mirando la puerta cada tanto, la ventana, el viento, el freezer, el televisor, el teléfono, la plancha.
Y me quedé. Yo me quedé.
Miré a través de la ranura, pero solo capté esa porción frontal de la habitación en donde solías dormir.
Miré a través de la ventana, ese pasto donde derramamos casi todo de nuestra melancolía. Recuerdo que también nos reímos.
Y me fui de tu casa, antes que me encontraran revolviendo tus olores.
DÍA 2:
Compré tres cajas de besos, las puse en el freezer, para poder imaginar que tus demostraciones de cariño eran así de frías. Espero poder engañarme a mí misma.
DÍA 3:
Me senté debajo de mi limonero y respiré otro aire. Pero seguí recolectando figuras de vos, en todo lugar donde puse mi mirada.
Fui a nuestro cementerio de historias, pero no revivieron, quedaron ahí abajo, porque las enterramos muy profundo.
DÍA 4:
Recorrí la ciudad, donde te dejé perdido la primera vez que pensé que no te querría ver más. Qué ilusión aquella.
Pero esa vez volviste, esa vez volviste, che.
DÍA 5:
Dormí hasta el mediodía, porque mis días son cada vez más monótonos. Busqué más irrealidades y encontré las veces que me miraste con asombro al decirte que me aceptes en tu mundo. Encontré el día que le tocaste la espalda a tu curiosidad, y me llamaste para ver la lluvia subir.
DÍA 6:
Prendí el televisor.
Me llamaron para salir.
Dije que no.
Planché gracias ajenas.
Compré tres kilos de verdades (en serio).
Leí ese buen libro.
Comprendí.
DÍA 7:
Quise revolver más de vos otra vez. Pero no fui.
Me quedé cocinando, pensando. Mirando la puerta cada tanto, la ventana, el viento, el freezer, el televisor, el teléfono, la plancha.
Y me quedé. Yo me quedé.