¿Finale?
Mi mente se convirtió en una pocilga de amores, pero menos mal que tengo el tuyo.
Tu mente también se convirtió en una pocilga de consecuencias, pero más tardías, más soberanas.
Tu vida no es simplemente lo que quisieras que fuera. Sigilosa memoria de lo absurdo, creativa conspiración, eso (que se convirtió en un “aquello”) me devolvió las ganas de respirar de nuevo aires extranjeros, y tu sonrisa de vidrio.
Sabés bien. Sabés bien que me tomo mi tiempo a propósito, antes de besarte, antes de responderte; pero ahora todo me da risa, porque todo ya pasó. “Pasó la tormenta”. Mañana esperaremos nuevos conflictos. Mañana, quizás de noche saludaremos a esas inquietas hadas de lo cotidiano, que con su varita mágica vienen a despedazar lo último de nuestros abusos y miserias. ¿Te acordás de ellos? ¿Te acordás de ellas? Surgían todos los días, pero supiste dejarlos atrás. No quiero dejar de escribir sobre sus encuentros, cuando chocaban en sus más altos estados y los más perjudicados éramos nosotros.
(¿Será este el cierre? ¿Será el final feliz que todos esperábamos? Muy feliz, diría yo, no muy de Agnes.)
Y como era sabido, este no es un final feliz, acá tocás el timbre de nuevo…