14.2.06

Dejaron su alma


Entonces digamos que voy a un recital. Me siento en la cuarta, quinta, décima fila.
El concierto empieza. No es una banda punk, porque no cumpliría con los propósitos de esta historia. Me gusta el punk pero no tanto el pogo, en cambio me gusta absorber lo que escucho. Por eso este recital, supongamos, es de algo melódico, algo que no me saque de mi asiento, pero a la vez algo bueno, muy bueno.
Como dije, el concierto empieza, la banda da a luz sus primeros acordes. Entonces, en realidad no estoy cómoda todavía, y mirando al escenario muevo mi trasero sobre el asiento de cuero o de lo que sea, varias veces. Pongo mi mano sobre mi mentón.
Va pasando el tiempo y hasta encuentro la comodidad suficiente como para cerrar mis ojos, y mirar la música.
Mi mente se enfoca en la guitarra, que suena desapercibida. Mi pierna baila junto con la batería, una y otra vez, y no me importa si la persona de al lado me mire extrañamente. Mis ojos aun están cerrados. Estoy observando a la música.
Entonces suenan más y más canciones, y en una de ellas, otra parte de mi cuerpo se compenetra. Mis oídos descubren un bajo saltarín pero profundo, que cuenta la misma historia diez mil veces.
Pero mi mente sigue a la guitarra y mi pierna salta y salta por los tambores.
Entonces al suspirar por semejante lavaje de alma la voz penetra en mi garganta, la voz grave y melancólica.
Hasta que todo termina y me voy de ahí junto con los otros absortos que caminan como zombies.

Pero mi mente se va con el guitarrista, van, quizás, a algún bar donde consumirán alcohol y escribirán canciones.
Mis piernas se van con el baterista, y quien sabe, quizás tengan sexo con una groupie.
Mis oídos con el bajista, y quizás escuchen los reclamos de una esposa que prefería un esposo médico.
Y mi voz, se fue con su voz. Y duerme.
Pero mi alma, mi alma quedó en ese asiento.



N. del A: Ninguna Groupie fue lastimada para la realización de este post.